Leí el domingo, en el dominical
de El País, a la psicóloga norteamericana Sherry Turkle, profesora en el mítico
MIT (Massachusetts Institute of Technology), lanzar serias advertencias sobre
los peligros del ‘enganche’ a las pantallas (teléfonos, ordenadores,
tabletas…).
Turkle, que en su día fue una
‘tecnogurú’, encandilada por los ordenadores y los robots, lanza ahora lanza la
voz de alerta.
Estos son algunos de sus análisis:
- Cada vez esperamos más de la
tecnología y menos de los humanos.
- Nos sentimos solos, pero nos
asusta la intimidad.
- El uso compulsivo de teléfonos
móviles y ordenadores responde a nuestra incapacidad de estar solos. No sabemos
estar solos, pero la soledad es importantísima.
- La gente parece esperar más
amor de las máquinas que de las personas. Conlleva menos riesgos: amor,
amistad, trabajo, que se pueden controlar desde la punta del dedo, sin las
complicaciones de una relación cara a cara.
- Hemos criado una generación
incapaz de pedir perdón: lo resuelve con un SMS.
- Estamos conectados
constantemente. Nos da la sensación de estar en compañía pero sin tener que
someternos a las exigencias de la amistad.
- Pese a nuestro miedo a estar
solos, alimentamos sobre todo relaciones que podemos controlar: las digitales.
Turkle plantea si tiene sentido
estar conectado y disponible las veinticuatro horas del día: “Las mejores
mentes de mi generación pasan el 90% de su tiempo de trabajo contestando
e-mails”.
Por eso, propone poner límites a
la tecnología, como los siguientes:
- Crear espacios ‘libres’, como
la cocina o el dormitorio. Y enseñárselo a los hijos.
- Tener horarios para contestar
los e-mail.
- Respetar los momentos de
intimidad con la gente apagando el teléfono.
En resumen, propongo un eslogan: ¡A desconectarse!
JoseApezarena
editor@elconfidencialdigital.com
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